Un momento de tranquilidad...

-Hola, profesora -me acerco lentamente a Margareth y me situo a su lado. No hace falta que me explique lo que le ocurre, la entiendo bien. De hecho, podría decirse que soy una de las pocas personas que entienden realmente a la profesra... mi abuela. También se supone que nadie debe conocer ese pequeño dato ni mucho menos, ya que ahora finge ser humana, pero bueno-. ¿Qué tal la familia?

Ese sería un comentario que facilmente haría cualquier estudiante, bueno, sólo si era un poco extrovertido y tuteara a los profesores, como ocurre aquí. Pero para mi ese pequeño dato era importante, ya que jamás me había separado de mis hermanos. También miro al horizonte, esperando la ansiada respuesta.

-Por supuesto -esa pregunta ni se pregunta. Veloz como yo sola me quite mi ropa, quedandome con el bikini que traigo a todas horas y me sambullí en el agua clara del mar-. ¡Está fría! -quice salirme, pero al ser el muelle nada más me resbalaba o me astillaba-. Vamos profe, adentro, agua adentro.

-Ay, niña -me quejo y también me zambullo. Desciendo en el agua traslúcida y me divierto jugando con los pececillos que no se alejan de mi por ningún momento. Sigo bajando, bajando hasta que el oxígeno, o más bien su falta, me obligan a subir por más. Pero, logicamente, el sol me deslumbró y me dejó momentaneamente indefensa en el agua. Agua... sol... día... Aparté esos pensamientos de mi mente como se aparta a un bicho molesto, ya que no tenía nada de qué preocuparme con respecto a esas tonterías.

-¿Unas carreras hasta la playa nadando? -reto a la joven, quien sigue retozando en el agua.

-Pero claro que sí -no espere más, me lance en persecución de la victoria en dirección a la playa. Poder ir libre y a voluntad era lo más maravilloso que podría pasarme... eso y ganarle a Maggy.